I
La bola de metal se disuelve en el agua como un azucarillo.
El ahora, giro a giro, aleja lo vivido; inconsciente de ser fábrica de pasados venideros.
II
Luce el sol entre los escombros.
El torbellino arrasa con todo sin transformar su esencia: los escombros no dejan de serlo, les dé uno el desorden que quiera.
III
Comenzó el irreductible repiqueteo de los tambores.
La sed y la posibilidad de agua; la lluvia y la proximidad de cobijo; el letargo y la oportunidad del viaje... Son uñas largas, nerviosas, que arañan el estómago por dentro.
Lo único cierto es que estamos asidos al tiempo, a los recuerdos, a lo pasado y lo vivido. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarQuiero agradecerte tu visita a mi blog y tu comentario.
Un abrazo grande,
Eva
Gracias a ti por tu comentario. Seguimos leyéndonos.
ResponderEliminarUn abrazo.