domingo, 22 de septiembre de 2013

TÚ Y TÚ

      Y a todo lo que espero
     ya no le faltas tú.


BENJAMÍN PRADO, Marea humana.


—¡No se terminará hasta que yo lo diga! —gritó mientras la puerta se cerraba de golpe, en el piso de arriba.
Estaba apoyado en la barandilla de las escaleras, su rostro encolerizado, sus manos temblorosas y un sudor frío resbalando por su cara terminaban de completar la escena.


A veces las relaciones terminan. Para él siempre habían terminado, todas y cada una de ellas. La sensación de soledad tras una relación larga y completa, que sin saber muy bien cómo se ha ido a pique, era abrumadora. Y entonces buscaba el listín telefónico y de repente encontraba números de amigos que antes no estaban allí. Familiares a los que de repente le apetecía volver a ver e incluso se embarcaba en algún viaje corto para visitar a algún conocido y desconectar por un día, o un fin de semana. Para poder contarlo y ser escuchado una vez más. 


Lo cotidiano se vuelve un fangal. Siente como el día se engancha a su cuerpo y cada vez lo hace más pequeño, preparado para ver llegar la noche  y entonces no encontrar el menor rescoldo de consuelo ni escapatoria. El día pesa y cae sobre uno, inapelable, como una pluma cae en el suelo. Sinuosa pero decidida.


Pasan las semanas y se acostumbra a la mierda. No agacha la cabeza y se rinde, no es eso. Ya ni siquiera recuerda el día en que bajó los brazos. La ansiedad, los nervios, el insomnio, las ganas de escuchar cómo abre la puerta, las ganas de odiarla; sin que ninguna de las dos cosas lleguen a suceder realmente. Las borracheras coléricas, las peleas en el campo de fútbol, el mal carácter en el trabajo. Eso pasó. Tan sólo queda la parte del ser humano que sobrevive a todo. Las cenizas disimuladas en su recipiente original, que caminan bajo la lluvia o que duermen, entonces sí, dispersas en su cama vacía.


Pasan los meses. Algunas cosas le hacen gracia. Se vuelve a reconocer a sí mismo viendo las películas que antes no podía ver porque a ella no le gustaban. Todavía no pisa los bares que frecuentaba con ella ni ha vuelto a mirar las fotografías de sus viajes, las tiene guardadas en un cajón que bien podía suponer la puerta a otra dimensión donde sólo hay precipicios. 


El tiempo transcurrido se ha convertido en eternidad. Lo que antes creía muerto en él resucita inesperadamente. Las reacciones de su cuerpo: las ganas de reír; de masturbarse pensando en ella sin que signifique nada especial; de caminar con la cabeza alta para ver mejor lo que tenga que ser… le sugieren que algo ha quedado atrás. Que se está alejando sigilosamente pero a paso firme de su ya anterior existencia.


Su calendario personal ya no se rige desde el último final. El primer día es hoy . Y mañana. Y entonces tú.



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