Y ahora, pasados cinco años, me causa el dolor y el remordimiento de
lo que quedó sin respuesta.
PATRICK MODIANO,
Barrio Perdido
Vendo
un vacío que no soy capaz de llenar con nada. No sé de qué está hecho, pero es
inabarcable.
No
sé llenarlo, por eso lo vendo. Si supiera, me lo quedaría. He pensado que
alguien, tal vez, pueda darle algún tipo de utilidad. O llenarlo. Pero repito
que a mí me ha sido imposible. ¿El precio? Seguro que llegamos a un acuerdo.
Pero
cuidado, que este vacío es especial. No se llena con amigos, ni con
distracciones. No se llena con sexo. No desaparece si duermes o si sales a
tomar una cerveza. No se esfuma si piensas en él, tampoco si intentas
olvidarlo. Leyendo, imposible. Siempre está ahí, sin complejos. Sin pedir
perdón.
Por
eso, quien crea tener una vida completa, rebosante, y piense que puede hacerse
cargo de este vacío llenándolo poco a poco, para así sentirse bien, aún más
completo; yo se lo vendo. El único temor que me aflige, si finalmente alguien
lo quiere y decide comprarlo, es la contestación a la siguiente pregunta: ¿qué
quedará de mí cuando el vacío sea de otro?
Magnífica reflexión.
ResponderEliminarUn relato estupendo, igual que el blog.
ResponderEliminarMuchas gracias Antonio, por pasarte y por comentar. Si tienes algún blog déjalo por aquí que me paso encantado.
ResponderEliminarUn saludo