¿De dónde hay que partir de nuevo?
JUAN GELMAN, El
emperrado corazón amora.
I
Ser felices
porque sí,
porque las
fotografías lo ordenan.
Caminar por
una playa que nunca será nuestra.
Contar las
orillas. Despertar.
No perseguir nada,
como la noche, como el día.
Estar de pie
o boca abajo.
La verdad ya
no es exacta, dejó de existir. Como los vértices geodésicos, como la geografía,
como la historia.
El cadáver
sonriente de la verdad camina sujetando un espejo en el que sólo ella es
reflejada. Está en todas partes: en las calles, en las casas, en las duchas.
II
El espacio
entre los cuerpos ha desaparecido, caminamos hacinados.
El alma, ha
sido desahuciada.
La batalla la
perdemos hoy, aquí, a la vista de los ciegos, más preocupados por caminar que
por encontrarse.
La simple
olla, el simple asfalto, la simple lluvia, el simple estar, el simple amor; no
dicen nada. No trascienden, son la suma en un todo sin importancia.
La eme se ha
perdido, la a se ha suicidado, la erre murió de sobredosis, la o está siendo
torturada en este mismo instante. Ya no están entre nosotros, hacinadas. No las
entendemos y las escupimos sin más.
III
Somos porque
debemos ser.
Ya no vive
nadie en estos nidos vacíos.
La
mediocridad inunda nuestro hábitat y nos da de mamar de una teta henchida de
nada. Placebo que nos ata a esta compañía yerma.
Nadie se
libra: ni sacerdotes, ni eruditos, ni amigos, ni yoes…
Contagiados
sin cabeza conducen el día hacia la noche. Automáticamente.
Y los que
podrían cambiarlo no lo hacen porque no saben que pueden; porque no quieren
llenar los nidos vacíos; porque se desangraron intentando transformar el
hábitat mediocre.
No hay exilio
para esta patria perdida.
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